ir tirando

«…uno, sencillamente, va tirando, y aguanta, con más o menos gracia o pesadumbre, unas veces arrullándose, otras pegando gritos, los enredos con su familia, con su pareja, con sus colegas de oficina, con los recaudadores de contribuciones, con los agentes de seguros, que el destino le eche encima; lo va esquivando, lo va afrontando, lo va sufriendo, como el diablo le dé a entender o como más barato le parezca. Y eso es todo. Y así es la vida.

Por eso ningún mandato ni recomendación moral se les da aquí a los lectores de este sermón. Nada se les va ha decir (¡uf, qué alivio, tú!, ¿verdad?) de lo que tienen que hacer cada uno consigo mismo ni con su pareja respectiva, nada.

Y este regalo negativo, que es el último que por hoy les doy, desearía que sonara claramente.

A nadie se le manda nada: ni que rompa mañana con su pareja, si la tiene, ni que se guarde de meterse en una, ni que funde una comuna de desparejados, ni que se ponga a andar de pino por las aceras.

Ahora, una cosa es ir tirando y aguantar los líos de familias o parejas en que uno ande metido (porque no sabe como salirse, porque teme que el remedio sea peor que la enfermedad), y otra cosa es que uno de ahí deduzca que, puesto que así es, es que su razón de ser tendrá; otra cosa es que caigas en decir «como a mi me pasa, será que así es», y, por el hecho de que tu padezcas una familia, una pareja, una oficina, una persona, te creas obligado a justificar y defender la Familia, la Pareja, la Oficina, la Persona.

Que no se te cuele esa maldita idea, donde todo el veneno de la Moral está concentrado, de que «Hay que ser consecuente con lo que uno piensa» ( o «con lo que uno dice»), como si no se hubiera sentido todavía que uno está hecho de contradicción. Encógete de hombros y no oigas o no dejes que se te pida una «congruencia entre tu vida y tu pensamiento», como si pudiera haber congruencia ninguna entre dos cosas que ni siquiera pertenecen al mismo mundo.»

C.P./A.G.C./p.131

Acerca de Isasa

...una costra de piojo aferrada a la corteza de esta tierra mientras cae en lo sin fin.
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Una respuesta a ir tirando

  1. Miserias Dudas dijo:

    En primer lugar, felicidades por el blog. todo sea porque la llama de este ¿hombre? siga viva alumbrando desde cualquier rincón que se deje. Y, ya entrando en materia, decir que sí: que eso de andar justificando las propias incapacidades es una necedad demasiado habitual. Tal vez pese demasiado aquel refrán de Myo Çid que dice: «Procure siempre acertalla el honrado y prinçipal / pero, si la acierta mal, defendella y no enmendalla.» Recuerdo a unos amigos, de mis tiempos de bachiller, totalmente contrarios a la enseñanza privada que, cuando se casaron, una vez licenciados ambos, como fuera que él encontró trabajo en un colegio privado, a ella no le dolían prendas en proclamar a voz en grito que defendería hasta el último aliento la enseñanza privada porque su marido estaba trabajando en ella. Es un ejemplo trivial, pero la vida está llena de ellos: ¿qué funcionario es capaz de abominar de la función pública? ¿qué recién casado del matrimonio? ¿qué licenciado de la Universidad? ¿qué albañil de su contratista?. Supongo, digo yo, que también pesa aquello de «no morder la mano del que te da de comer» y aquello otro de «más vale pájaro en mano que ciento volando». Los refranes son una de las vías más contundentes y populares de sostenimiento del satus quo. Y, finalmente: en un mundo en que lo principal que se persigue es la seguridad personal, la confianza en uno mismo, la promoción y el éxito ¿quién es el guapo que se atreve a dudar, siquiera un instante, de sí mismo? No está de más esta recordación de Agustín de que «el hecho de que nos veamos en la obligación de lidiar con ello, no significa que tengamos que defenderlo como si lo hubiésemos inventado nosotros»: nadie se ha inventado el matrimonio, ni la familia, ni la pareja, ni el Estado, ni sus instituciones. No hay por qué defenderlas como cosa propia.

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